AUDIO: https://drive.google.com/file/d/11QREOmHN72gVMAzyDMp1Q1wLKh-f9oYo/view?usp=sharing
Viladaíde es popular en Barreiros por la numerosa presencia de hórreos o “cabozos”. Un lugar idóneo para comparar los distintos tipos existentes en A Mariña Lucense.
Además, a través de la variedad de elementos que conforman su arquitectura popular podremos hacernos una idea de cómo era a vida en el rural gallego hasta hace, tan sólo, unos decenios y palpar los motivos que llevaron a tantos y tantos chicos a soñar con hacer las Américas, pero también la vida de aquellos que se quedaron.
Aquí encontraremos diferentes vestigios patrimoniales que antiguamente eran necesarios en el día a día de la casa labriega.
Justo a un lado de donde dejamos el coche encontramos un hórreo “tipo Mondoñedo” muy bien conservado. Se caracteriza éste por poseer la base de piedra, y la cámara de secado de madera. En este hórreo en particular, el espacio entre sus pies está cerrado y convertido en alpendre. Uno de los elementos arquitectónicos imprescindibles en los hórreos son los “tornarratos” (piedra grande y plana que se coloca sobre los pies del hórreo para que los ratones no entren), en este caso compuesta por una gran pieza de pizarra. Otra de las piezas propias de los hórreos de esta zona son los pináculos que se asientan sobre el tejado, símbolo pagano de la fecundidad utilizado para invocar abundantes cosechas. Sobre las creencias populares perduró que sería para protegerlos contra los rayos, las brujas o el demonio.
En este mismo patio, ya en la casa anexa encontramos un “cabozo” de las mismas características en peor estado de conservación.
Pero, exactamente qué finalidad tenían? La funcionalidad principal era la de almacenar y secar el grano de maíz. Mediante esta estructura se garantizaba su correcto secado y ventilación. Muchas veces se hacían trenzas con las mazorcas, otras se metían en cestos de mimbre y, en otros casos simplemente se amontonaban en el suelo del “cabozo”. Seguimos caminando en dirección norte, a unos pocos metros encontraremos un horno de piedra para cocer el pan. El pan es uno de los elementos y de los símbolos centrales de la supervivencia humana. El alimento por excelencia. Llegar hasta una pieza de pan lista para comer supone toda una serie de labores campesinas que implican el contacto con la tierra, con la naturaleza pero también la paciencia de respetar los ciclos naturales desde la siembra hasta la siega y la malla. Después aún hay que llevar el grano al molino para transformarlo en harina. Finalmente, hay una labor en el interior de este espacio para amasarlo, dejarlo fermentar en la artesa, calentar el horno y cocerlo. Cuestión de horas! Todo este trabajo de interior que el pan exige propició que se crearan este tipo de estancias en la casa: los hornos. Como se puede ver, consta de una estructura rectangular (zona de amasado y de despensa) y una parte circular en su parte trasera que es donde está el horno propiamente dicho. Lo habitual era hacer una hornada cada semana o quince días. Es cosa mía o parece que incluso llega un olor a pan que alimenta!
Seguimos caminando y enseguida encontramos dos “cabozos” “tipo Ribadeo”, uno de dos pisos y otro de tres. Este estilo de “cabozo” está, casi en exclusiva, construido en piedra. En los pisos inferiores pueden aparecer pequeñas ventanas de iluminación. En el de 3 pisos; la planta baja, llamada “bodega”, se emplea para almacenar patatas y otros frutos; la intermedia, conocida como “celeiro”, para el trigo y otros cereales y la superior, el “hórreo” propiamente dicho, para el maíz. Entre el “celeiro” y la cámara del hórreo hay una cornisa de pizarra que hace las veces de “tornarratos”. Las cuatro paredes de la cámara tienen aberturas de ventilación abocinadas, grandes y rectangulares, llamadas en la zona “furados” o “ bufarros”. Son huecos más anchos en el exterior que en el interior del hórreo.
Justo después de estos hórreos hay una casa, pintada de verde, con escudo de armas en una de sus fachadas. Se trata de la “Casa de Rocha”. En su bordura puede leerse “Estas armas son de Rrodrigo de moreda y sus herederos”. En el cuartel izquierdo presenta una torre almeada. Son las armas de los Moreda. En el cuartel derecho aparece un árbol con las raíces visibles. Son las armas de Rodrigo de Moreda. Se sabe que la condición de hidalgos de sus antepasados ya había sido confirmada en el siglo XV, concretamente, en el año 1495.
Unos pocos metros más adelante, justo en la curva, veremos un pozo para el abastecimiento de agua. Los pozos tradicionales para buscar agua están en las eras y corrales de las casas. En algunos casos, como éste, el pozo está cubierto y presenta una puerta para cerrar su acceso. Dentro disponen de una polea para subir el caldero, normalmente fabricado en zinc. A veces no están cubiertos y, tan sólo poseen una tapadera para protegerlos de la suciedad y para evitar accidentes.
Si levantamos la vista, por la parte de atrás del pozo asoma un hórreo. Acerquémonos para verlo mejor!
Se trata del hórreo de Moreda, uno de los más emblemáticos de Barreiros, dado su tamaño. Fue hecho en 1883 por Francisco López y su esposa Carmen Penabad. Como vemos, tiene cuatro plantas! Como comentamos anteriormente, la planta baja se dedica a bodega, el primero andar como “celeiro” o “panera” donde se conserva el trigo y de él sale una escalera que da acceso a la puerta de la cabaña del hórreo propiamente dicho. Al ser de piedra dispone de saeteras de ventilación que se abocinan hacia dentro. Por último, en este caso incorpora un palomar en el nivel de bajo cubierta. Se finaliza el techo con cubierta de pizarra y pináculos a modo de decoración. Como detalle, cuenta en la cumbre con una veleta.
En este punto, finaliza nuestro paseo por Viladaíde. Si hemos venido en coche regresaremos para recogerlo tranquilamente disfrutando de la riqueza patrimonial que aquí descubrimos e imaginándonos los quehaceres de la gente del rural gallego de aquella época, con sus atuendos, transportando las cosechas en los carros de las vacas, otro vecino dirigiéndose a la finca con el azadón en la mano, una mujer llevando la cesta del pan recién cocido sobre de la cabeza, otra sacando agua del pozo para darles de beber a los animales de la cuadra,….
Llevaban una vida muy dura, pero también mucho más en conexión con la tierra que pisaban. A continuación, proseguimos nuestro recorrido hacia San Bartolo.
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