La ruta se inicia en el pueblo de El Juncal de Abajo, donde prácticamente acaba la carretera asfaltada y hay espacio suficiente para dejar el coche. Bajamos por la corta cuesta hasta el inicio de la pista que vemos que asciende por la ladera de enfrente, por la cual volveremos al regreso. Tomaremos a nuestra derecha el sendero que deja el cauce del barranco a nuestra izquierda, y tras pasar junto a algunos cultivos nos dirigiremos cada vez más claramente hacia el estrechamiento del barranco, por donde nos precipitaremos cauce abajo. Desde aquí las vistas son realmente formidables. Si ya lo eran desde casi el mismo inicio de la ruta, ahora la mirada al NW nos brinda la posibilidad de divisar en la lejanía, y dependiendo de la suerte que corramos con la meteorología, el Pico del Teide, casi flotando sobre las nubes. El escenario es maravilloso. Rodeados de paredones rocosos y ante un gran valle que se nos abre a nuestros pies iniciamos el descenso siguiendo varios zig zag. El camino se encuentra en buen estado y resulta cómodo llegar al mismo cauce, donde unas higueras nos querrán invitar con su sombra a hacer una breve parada. Si aceptamos podremos descubrir la cercana presencia de algunas charcas de agua entre grandes bloques de roca, en las cuales será factible encontrar ranas. La visión de todo el caidero desde esta zona es sobrecogedora, haciéndonos recordar lo pequeños que somos.
El camino prosigue desde aquí esta vez junto a la pared de la vertiente izquierda del barranco, remontando un corto repecho que pronto nos hará continuar descendiendo durante largo rato. Nos encontramos en una zona amplia y abierta, en la que deberemos estar atentos al sendero ya que en algunos tramos se encuentra algo roto y con tierra suelta. Progresivamente iremos descendiendo hasta rebasar algunos muros de piedra antiguos y cultivos abandonados. Tras un pequeño giro a la izquierda entraremos en una zona caótica de grandes bloques fruto de un desprendimiento de la ladera que tenemos a nuestra izquierda. La diferencia de color de la roca permite ver con claridad la magnitud del corrimiento, el cual resulta espectacular. La imaginación se dispara pensando cómo aquellas miles de toneladas de roca se precipitaron hacia el cauce en cuestión de segundos. El camino discurre curiosamente trazado entre este mar de bloques en un tramo que es prácticamente llano. La visión del Roque Palmés a nuestra derecha, coronando esa vertiente, no pasa desapercibido con su forma peculiarmente redondeada. La salida de esta bloquera nos lleva poco después hasta las inmediaciones de una antigua vivienda, casi sobre el pequeño enclave de Taigúy, con varias estancias mayoritariamente en estado ruinoso, en el que la vegetación prácticamente se ha apoderado de ellas. La bordearemos dejándola a nuestra izquierda para poco después iniciar por sendero algo incómodo y estrecho el ascenso al Roque Mulato.
El sol aprieta y la pendiente se suma al esfuerzo que deberemos realizar. No tenemos pérdida ya que el Roque Mulato se encuentra visible en todo momento, marcándonos claramente la trayectoria a serguir. Durante la subida disfrutaremos de un par de rellanos con formidables vistas cada vez más panorámicas, tanto barranco arriba como barranco abajo. La sensación de soledad y aislamiento sólo es mitigada por las vecinas casas de El Toscón, las cuales rodean el Roque Palmés dando la impresión de ser sus mudos guardianes. La marcha continúa y ahora el camino se suaviza con algunos tramos cortos casi horizontales que poco a poco nos van acercando a la base pétrea de Roque Mulato. El sendero es estrecho y dada la altura a la que estamos y la pendiente de la ladera que tenemos a nuestra derecha la sensación de vacío se agudiza. Por tanto, especial atención y precaución para aquellos que son más sensibles a las alturas. Un poco más adelante llegará un momento en el que el camino parecerá acabar, prácticamente bajo el mismo roque, momento en el cual, y siguiendo algunas trazas, ascenderemos por nuestra derecha casi pegados a la pared. La inclinación de la ladera, la tierra suelta y la ausencia de agarres estables no debe impedirnos más de la cuenta alcanzar el borde superior, situándonos ya junto al Roque Mulato. Aquí arriba, después del esfuerzo realizado, se siente una gran satisfacción. Las vistas resultan de una calidad visual de primer orden. De izquierda a derecha podemos disfrutar de la Montaña de Altavista, la Mesa de Acusa, El Roque Bentayga, El Roque Palmés, el Roque Nublo y La Rana, así como el intrincado relieve del Barranco de El Juncal por el que hemos transitado hace unas pocas horas. Sin duda, el mejor lugar para descansar y reponer fuerzas en buena compañía.
Antes de iniciar el ascenso hacia Pajonales, nos llama la atención el cordal sobre el que se asienta el propio Roque Mulato, el cual hace de divisoria entre los Barrancos de El Juncal y El Cofre. Animados por lo aéreo del recorrido sin casi desnivel lo recorremos hasta donde se inicia el fuerte descenso que lo precipita hacia La Aldea de San Nicolás. La complejidad del relieve y la aspereza del territorio en esta zona hacen pensar en el desafío de nuevas rutas para el futuro. Deshacemos el camino hecho y de vuelta hacia Roque Mulato nos dirigimos hacia la zona de Pajonales, donde ya la inmensidad y magnitud de la Reserva Natural Integral de Inagua se hace sentir. El ascenso es sostenido y se va sumando al ya realizado en lo que va de jornada. Por suerte el sol de la tarde nos queda a la espalda aunque algunas nubes intimidantes frente a nosotros nos hacen dudar sobre un posible cambio de tiempo. El terreno es depejado y de vistas amplias y algunos pinos dispersos nos recuerdan la proximidad de la reserva. Poco a poco y con calma superamos las últimas rampas hasta penetrar en un paisaje totalmente diferente, algo marciano gracias a la luz anaranjada de la tarde. Ahora el protagonista es el sustrato, el cual juega a dibujar formas caprichosas como consecuencia de la erosión diferencial. Algunos mojones nos van guiando en un paraje que en ocasiones nos hace dudar. Pasaremos junto a pinos aislados de gran porte, acompañados del Morro de Pajonales, que se nos mostrará como el elemento más destacado de la orografía. Poco a poco iremos recobrando la orientación de la cabecera del Barranco de El Juncal, que ya se divisa a lo lejos.
Seguiremos los mojones para hacer un giro a la derecha y luego a la izquierda descendiendo hasta llegar al pinar. En este tramo, si bien el camino está algo roto, es sencillo de seguir. Hay que tener cuidado justo antes de llegar abajo porque la senda está atravesada por un alambre de espinos, el cual está intencionadamente muy mal puesto. Por lo que he podido saber de primera mano, el paso de personas no está muy bien visto por algunos de los lugareños, reclamando que se trata de un camino en suelo no público. Al margen de esta circunstancia y dejando a un lado cualquier controversia al respecto, continuaremos ahora ascendiendo por el pinar mediante camino evidente hasta salir a la pista forestal por la que se entra en Inagua, concretamente a la altura de la Casa Forestal de Pajonales. Desde aquí sólo nos quedará tener un poco de paciencia para, por la pista y en suave descenso, conectar tras un buen rato con el punto de partida.
La ruta se realizó el 28 de abril de 2.012 y fue registrada en un GPS Magellan Tritón 500.
Si quieres ver el reportaje fotográfico completo de la ruta puedes dirigirte a la sección FotoTrekking de mi página web www.nachomontesdeoca.com o pinchar en el siguiente enlace.
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