Justo antes del primer resalte de roca que hay que superar con una cadena, volvemos a encontrar la betilaina (
55) y debajo de ella al rusco o boj marino (
56), un arbustillo que tiene las flores y los frutos en unas falsas hojas rematadas en una espina. En la roca cubierta por una pátina de líquenes y musgos encontramos creciendo en las grietas de la misma varias plantas especialistas en este medio y con una distribución reducida entre las que destacan:
-La corona de rey (Saxifraga longifolia), con su características y largas hojas dispuesta en posición radial y cubiertas de una costra de carbonato cálcico que las protege del exceso de rayos solares y del apetito de los herbívoros, para florecer emite un aparatoso vástago cubierto de pequeñas flores blancas que destaca mecido por el viento en las paredes de roca donde vive, después de florecer la planta muere.
-La oreja de oso (Ramonda myconi), no es la planta más espectacular pero si una de las más sorprendente de la zona. Esta planta es una reliquia de la era Terciaria, de cuando en esta zona había un clima subtropical, y conserva una adaptación que la hace única, la reviviscencia, es decir, en épocas de sequía puede secarse completamente tomando el aspecto de muerta (hojas arrugadas de color marrón) para tras un copiosa tormenta rehidratar su tejidos, estirar las hojas y volverlas a teñir de color verde, al igual que hacen musgos, líquenes y algunos helechos, e incluso puede volver a florecer en otoño.
Comentarios