Desafío FAS 2022. Puig Major desde Port de Soller. Instrucciones para quedar último en una maratón de montaña.
cerca de Port de Sóller, Baleares (España)
Vista 2514 veces, descargada 53 veces
Fotos de la ruta



Descripción del itinerario
.................................................................................................................................................................
Reseña de la ruta en Adventoorer: Desafío FAS 2022.
.
Completar la Lista de Picos Provinciales es uno de los objetivos más habituales para cualquier montañero. Es bastante asequible en general, pero también lleva su tiempo, y requiere el suficiente esfuerzo como para que no sea un logro sin importancia.
Por desgracia, para el común de los mortales es imposible de completar, hablando de manera muy purista. Hay dos montañas prohibidas a cuyas cimas no se puede llegar: el Aitana y el Puig Major. En ambos casos la razón es la misma: una base militar ocupa la cumbre.
El Puig Major ha sido mutilado de tal forma que no tiene ni cumbre ni vértice ni nada. La cima la volaron los yanquis cuando construyeron la base para hacer una plataforma sobre la que colocar el radar, la enorme bola que corona la montaña. Redujeron su altitud nueve metros. Así que, por lo menos en mi caso, no llegar hasta arriba del todo me da más igual.
Yo soy de esos que están completando la lista (sin prisa, y con muchas pausas), y en algún momento me tenía que plantear subir el Puig Major, hasta donde se pueda. Ese momento ha llegado.
Lo primero que hago es probar suerte pidiendo un permiso para entrar. Tengo muy claro que no me lo van a conceder, pero hay que intentarlo. Leyendo reseñas por ahí, veo que antiguamente sí se daban estos permisos. No sé con qué frecuencia, pero mucha gente ha entrado en la base legalmente. Esos tiempos ya han pasado, obviamente. Tal vez algún día vuelvan, pero a día de hoy no dejan entrar. Por si acaso, escribo un correo a la base, y, como esperaba, me niegan la entrada. Bueno, una posibilidad descartada.
La siguiente opción es el asalto directo. Por lo que he visto en las películas, los militares que aseguran instalaciones nunca están atentos, no se fijan en los monitores de vigilancia, y colarse en cualquier base es lo más sencillo del mundo. Basta con ir de noche, vestir de negro y cortar la valla con unos alicates. Pero de noche veo fatal, así que tengo que descartar este plan también.
Otra posibilidad es ir por detrás, evitando la carretera militar que va hasta arriba, y así alcanzar el perímetro de la base. La opción no es mala, ya que he abandonado la idea del asalto directo. Estoy casi decidido, pero entonces recuerdo que alguien me comentó que hay una forma de subir por la carretera legalmente: apuntarse al Desafío FAS de las Fuerzas Armadas, una maratón organizada por la Comandancia General de Baleares que sale desde Port de Sóller, sube hasta la base militar (esta es la parte más interesante de la historia, atención), y luego vuelve a bajar por algún sitio hasta volver al inicio.
¡Fabuloso! ¡43 km! ¡2200 metros de desnivel!
Ya está, no necesito más. Me he convencido. Me apunto a la carrera. La suerte está echada. ¿Qué puede salir mal?
De momento, no me preocupa no haber corrido en la vida ni para coger el autobús. Eso es un detalle sin importancia. Ya lo solucionaré más adelante. No puede ser muy complicado. Correr es como andar, pero más deprisa. Y andar lo hago mucho.
Compro los billetes de avión, reservo el alojamiento, alquilo el coche. Tema viaje resuelto.
Ahora viene lo más difícil: correr. Nunca me ha gustado ni me ha interesado. Y me molestan muchísimo los que corren por montaña, porque parece que tuvieran más derecho que los que vamos andando, y nos tenemos que apartar a su paso, como si tuvieran preferencia. Además, mis rodillas son muy delicaditas, y no me gustaría que se me rompiera algo por ahí dentro.
Estamos a finales de enero, y tengo cuatro meses para entrenarme lo suficiente como para llegar arriba. No tengo ninguna intención de acabar la carrera, eso lo tengo clarísimo. Mi objetivo es alcanzar la cima. Nada más. Allí me puedo retirar tranquilamente, y creo que hasta me bajarían en ambulancia de vuelta al puerto. Maravilloso.
Sí, claro, me encantaría completar un maratón. No voy a volver a intentarlo jamás, pero conozco mis limitaciones. Así que nada más tengo que correr 18 kilómetros, que es donde se alcanza la “cima”.
En realidad, ni siquiera eso. En el kilómetro 14 hay un punto de control de tiempos. Una vez superado, desde allí hasta la cumbre puedo ir andando tranquilamente, disfrutando de las vistas. Pues ya está. Un plan sin fisuras. Según el croquis de la carrera, el control está a 800 metros de altitud. Por el camino se sube y se baja un poco, así que serán alrededor de mil metros en total. Y tengo que llegar en dos horas y media. ¿Factible? Hoy no, eso seguro. A ver en junio…
Salgo como un jabato a correr por el parque de al lado de casa. Hace un frío que pela y no sé qué estoy haciendo aquí. De momento, el tema del desnivel lo dejaré para cuando haga bueno y se pueda correr por la sierra. Ahora, con la nieve y el frío, estará imposible.
Mi primera salida es un rotundo fracaso. Consigo correr dos kilómetros, con un descanso entre medias, y acabo molido. Bueno, a partir de aquí solo puedo mejorar. Ánimo.
Sorprendentemente, tengo una gran regularidad en mis salidas al parque. Dos tardes a la semana entreno un rato. Más sorprendentemente aún, no me cuesta esfuerzo salir a correr. Pensaba que me tendría que mentalizar mucho para obligarme, pero resulta que no. ¡Hasta me está gustando! Tengo que reconocer que engancha.
Yo no entreno con nadie que sepa de esto y me pueda indicar cómo hacerlo bien; voy a mi bola corriendo lo que me apetece, y mejoro a ojos vista. En febrero corro seis kilómetros sin parar. En abril ya hago diez kilómetros en poco más de una hora. Para mis expectativas es espectacular. Pero claro, siempre sin desnivel.
En mayo, una cosa detrás de la rodilla empieza a hacerme clac. Mmmmm…
Queda un mes para la carrera y por fin empiezo a subir a la sierra a ver cómo se me da eso de hacer desnivel. Salgo cuatro veces en total, y la sensación no acaba de ser del todo buena. Intento comparar los tiempos que voy haciendo con los que supongo que tengo que hacer para superar el control de tiempo, y lo veo muy justo, o directamente pienso que no voy a llegar. Mala cosa.
Durante todo este tiempo me he montado mis películas acerca de lo que voy a tener que correr para llegar a tiempo. Me sé el primer tramo de 14 km de memoria. Hay dos partes bien diferenciadas:
– los primeros ocho kilómetros son bastante suaves. Se sube poco a poco hasta 300 metros en la primera mitad, y luego se desciende hasta los 150 metros o así;
– los últimos seis km son brutales, con 650 metros de desnivel sin descanso. Aquí ya no voy a poder correr. Tendré que ir andando.
Mi plan es recorrer la primera parte en una hora y diez minutos como máximo, para poder hacer la segunda en poco menos de hora y media. O sea, correr a saco al principio, y sufrir lo que no está escrito al final.
Parece que fue ayer cuando me apunté a la carrera, y ya estoy en Mallorca, en el Puerto de Sóller. He alquilado el alojamiento a diez minutos del punto de salida de la carrera, lo que me vendrá bien para para llegar enseguida por la mañana (y para meterme en la cama cuanto antes por la tarde).
Recorro un poco la primera parte de la carrera. Estoy nerviosillo. Llevo un par de noches sin dormir bien, comiéndome la cabeza con los cálculos de tiempos y distancias. No sé si voy a llegar al primer control, que es lo único que me importa. Sería una pena. La verdad es que me he esforzado bastante para intentar esto.
Más ya no puedo hacer. Tampoco creo que sean demasiado estrictos con lo de los tiempos. Imagino que esos controles no se hacen para pillar a la gente, sino para poner un límite y que la carrera no dure todo el día. Nadie que practique habitualmente tendrá problema para superar el control, pero en casos como el mío es distinto. Yo tengo que ir al límite.
Sin poder dejar de pensar en estos temas, me voy a la cama.
Podría haber dormido mejor, pero también peor. Ya no tengo tiempo para preocuparme más. Cojo las cosas, y me acerco al puerto, a la zona de la salida. Por lo menos estoy al lado.
La zona del puerto ya está llena de militares. Aparte de los que están distribuidos a lo largo de la carrera, en los cruces, y por todo el camino y los avituallamientos. No sé si les hace mucha gracia esto de vigilar la carrera, pero es cierto que todos con los que me crucé parecían encantados de ayudar a los corredores y animarlos a seguir.
Es obligatorio llevar agua, teléfono y una manta térmica. Creo que se nota a la legua quién es un corredor avezado y quién no (yo). Hay mucha gente que va con un bidoncito de medio litro y nada más. Totalmente minimalista. Yo llevo la mochila hidratante, litro y medio de agua, montones de barritas, geles, un chubasquerito, bastones…
No me acerco mucho a estos corredores, porque ya veo que en cuanto den la salida van a salir a todo trapo y tal vez me atropellen. Me quedo en una esquinita en la zona de salida, hecho un manojo de nervios. Yo tengo muy clara cuál va a ser mi carrera: la primera parte, hasta el km 8, todo lo rápido que sea posible, a ver si acabo en una hora o así, y los siguientes 6 km, los de fuerte desnivel, como buenamente pueda. Si llego, llego. Y si no, pues nada.
Tengo que llegar.
Aquí se va acumulando un montón de gente. Estamos los civiles, los militares, y lo que se han apuntado en grupos, que tienen que ir juntos. Justo antes de dar la salida, se procede al izado de la bandera, suena el himno, e inmediatamente después se dispara un cañonazo (literalmente un cañonazo, con un cañón) que inicia la carrera.
¡Allá vamos!
Es bastante emocionante esto. Nunca había participado en una carrera, y es una sensación muy extraña la de estar corriendo entre tanta gente. Hay algo de público animando. Imagino que en su mayoría acompañantes de otros corredores. Un domingo a las 7:30 de la mañana no hay muchas razones para estar por aquí de paseo.
Recorremos el puerto, giramos por la carretera, llegamos a una rotonda y salimos del asfalto. Unos pocos cientos de metros, y ya se han ido adelantando los maquinones. De momento voy bien, encajado entre un mogollón de gente. Intento no agotarme demasiado pronto, pero tampoco quiero quedarme atrás enseguida.
De repente, nos quedamos parados. Acabamos de empezar a correr por un sendero muy estrecho, y como es imposible no ir en fila india, hay atascos, mientras vamos ordenándonos y entrando por el embudo. Unos momentos después, el tapón de deshace y podemos volver a correr. Pero enseguida vuelve a pasar lo mismo. Y luego otra vez, y otra…
Toda esta primera parte es un poco desesperante. Me alegro por poder parar un poco, pero estamos perdiendo mucho tiempo aquí, y no me sobra. No me consuela que a los demás les pase igual, porque van a salir escopetados en cuanto el terreno se abra un poco.
Después de varios atascos y paradas, el camino se ensancha y ya no vuelve a haber problemas. Estamos atravesando olivares, creo, distribuidos en terrazas. Me da la impresión de que tiene que ser bonito, pero no me fijo demasiado. Voy más pendiente de no perder demasiadas posiciones. En general, me mantengo muy bien. No sufro demasiado, y sigo entre un grupo amplio de corredores. Pensaba que a estas alturas ya iba a ir en solitario. Muy bien.
Atravesamos una carretera, donde unos militares están deteniendo el poco tráfico que hay. Esto sigue subiendo. Ya no puede faltar mucho para empezar a llanear. De vez en cuando saco el gps para echar un vistacillo y creo que no voy mal de tiempo.
Por fin llegamos arriba. Desde aquí hasta el km 8 es llano o en descenso, y tengo que acelerar un poco. El grupo se va dispersando y me quedo un poco más solo. El recorrido está muy bien señalizado, con cintas de colores, y en todos los cruces hay algún militar indicando la dirección correcta.
Llego a un pequeño valle, y me encuentro con el primer avituallamiento. Llevo una bolsa de un litro y una botellita de medio, que es de donde voy bebiendo, y la que voy a rellenar siempre que pueda. De la bolsa intentaré beber lo menos posible, para tener reservas siempre. Prefiero pecar de exceso a pasarlo mal por la falta de agua. Hoy hace mucho calor y hay mucha humedad, y estoy sudando como nunca.
En este avituallamiento solo dan agua. Más adelante hay otros con fruta (pochísima por el calor, puaj), líquido isotónico, y en teoría, geles y cosas de esas. Yo no vi ni uno de esos supuestos geles. Será que se gastaban antes de que llegara yo, no sé… Igual es otro timo.
Relleno la botellita y vuelvo a avanzar. Queda menos de un kilómetro para completar la primera parte de mi objetivo. Llego a Fornalux, un pueblecito muy chulo, y en cuanto salgo del pueblo, al camino empieza a subir.
He recorrido los ocho kilómetros en menos de una hora y diez minutos. ¡Viva! ¡Puedo hacerlo!
Estoy muy contento, aunque sé que ahora viene la parte más dura. Tengo que subir 650 metros en los próximos seis kilómetros, en cosa de una hora y veinte minutos. Ahora ya no corre nadie (supongo que los primeros sí han subido corriendo por aquí también). Vamos todos andando. Yo llevo los bastones, que me ayudan mucho.
Empiezo con mis cálculos mentales. Hace unas semanas subí el Montón de Trigo, que fueron 800 metros, en poco más de una hora y veinte minutos, y Peñalara, unos 600 metros, en menos de una hora. Pero claro, aquello lo hice saliendo directamente desde el coche. Ahora tengo más rodaje y estoy cansado. En fin, decido olvidarme y tirar sin más.
Esto sigue y sigue, por una pista con muchas curvas que normalmente vamos atajando. No me adelantan demasiadas personas, pero no sé si es porque voy bien o porque no queda casi nadie por detrás. Yo voy al límite, pero aguanto bien. Creo que lo voy a conseguir.
Otro cruce de carretera. Doce kilómetros… Ya no queda mucho. Me sé esta parte del recorrido de memoria. Sé que justo antes del punto de control se alcanza una pista o carretera, que llanea un rato. Luego estará el control, y luego empieza la ultima subida, más vertical aún que esta, pero donde ya no tendré prisa. Si llego…
Después de cruzar la carretera viene una especie de cortafuegos bastante incómodo. Arena resbaladiza. Luego un trozo de bosque, y más arriba distingo la pista hacia la que sube el camino. Llego arriba y miro la hora. ¡Me quedan diez minutos aún! ¡Lo voy a conseguir!
Me relajo un poco, muy feliz. Objetivo conseguido. Estoy cansado pero no me duele nada. Después de tanto sufrimiento, voy a lograr llegar a la cima. ¡Viva!
Estoy tan contento que no me doy cuenta de que todavía no he llegado al control. Al cabo de un rato, miro el gps. Más de 14 kilómetros. ¿Dónde está? ¡Soy tonto! ¿Y si está en el km 14,9, o un poco más allá del 15? Las distancias no son exactas, pueden haberlo puesto en cualquier parte por esta zona, o mi gps puede haber medido mal lo que llevo recorrido.
Entro en pánico y echo a correr. A ver si después de todo no voy a llegar… Avanzo por la pista a todo trapo, esperando ver el control tras cada curva. Pero no aparece por ningún lado. ¿¿¿Dónde está??? Llego a las dos horas y media, la hora límite, y al km 15 y no lo he visto. El camino ya se está metiendo en el valle, y empieza a subir significativamente.
Eso quiere decir que ya estoy en la parte de la subida dura, y el control debía haber aparecido antes. Le pregunto a una chica que va a mi altura, y me dice que ella tampoco lo ha visto, que seguramente no lo habían puesto.
¡¡¡¿¿¿Qué???!!! ¿¿¿No han puesto el maldito punto de control??? ¡¡¡Llevo meses pensando en superar el punto de control y resulta que no hay ninguno!!! ¡Qué estafa! ¡Qué timo! ¡¡¡Brgjfflgthdjxxfññladmuerteydestrucciónflkjadfffeds!!!
No me lo puedo creer… Menuda tomadura de pelo. En fin, qué más da. El caso es que he llegado a tiempo, con control o sin control. Eso es importante para mí.
Y ahora, a relajarme un poco. Toca subida dura, pero sin presión. El típico sendero con muchas zetas que no para de subir y subir. No voy deprisa pero tampoco despacio. En realidad, sigo yendo al mismo ritmo que llevan los demás. Tampoco hay mucho sitio para adelantar, así que vamos en pelotón todos a la vez.
Llego arriba, y a lo lejos aparece por fin la gran bola de la base militar. Ya estoy en la carretera. Esto está hecho.
A partir de aquí, se hace eterno. Tanto la subida como la bajada por la carretera es monótona y aburrida. Eso sí, las vistas son un lujo. Aunque hay nubes bajas, se ve el mar, que está aquí al lado. Es raro eso de estar en una montaña y ver el agua. Por el otro lado sigue la Sierra de Tramontana. Allí enfrente aparece el Puig de Massanella, aunque en este momento no soy capaz de reconocerlo.
Ya con más calma, sigo subiendo tranquilamente. El sol está pegando fuerte y me arrimo a la sombra de la montaña en cuanto puedo. Es espantoso lo que le han hecho al Puig Major. Está totalmente devastado. Para construir la base y la carretera han destrozado toda la parte alta. De verdadera pena ver esto.
Al final acabo llegando al siguiente avituallamiento, que está lo más arriba que voy a poder llegar. Aún estoy bastante por debajo de la bola, pero doy la montaña por subida. ¡Viva! Anda que no me ha costado trabajo esto.
Y ahora, ¿qué? ¿Me quedo aquí o sigo, a ver hasta dónde llego? Estoy cansado pero bastante entero, y me decido a continuar. Por supuesto, cumpliendo la ley del mínimo esfuerzo. Calculo más o menos a qué ritmo tengo que avanzar para alcanzar el siguiente supuesto punto de control, en el kilómetro 30, y emprendo el descenso andando a buen ritmo, pero sin correr. A estas alturas, estoy convencido de que el siguiente control también es un timo, pero así me impongo un ritmo no demasiado lento.
La bajada por la carretera se hace muy larga. El sol ya pega de lo lindo, y voy despacito. Ahora ya echo algunas fotos, y como veo que me retraso demasiado, de vez en cuando troto un poco para recuperar tiempo.
Al empezar el descenso, todavía me cruzo con bastante gente que sube. Pero ya casi no me adelanta nadie, a pesar de que voy muy tranquilo. Supongo que no soy el único que se ha apuntado a la carrera solo para tachar la cima, y que en la cumbre ha habido muchos abandonos.
La última pareja con la que me cruzo son los que hacen de coche escoba. Bueno, no hay punto de control, pero de alguna manera sí van eliminando a los que se quedan muy atrás. De momento les saco bastante ventaja, pero estaré al loro por si las moscas. Tampoco sé lo estrictos que serán con los que vayan cazando...
Después de un larguísimo paseo, por fin llego a la garita de abajo, la que está al inicio de la carretera militar. Aquí me dirigen a la derecha, siguiendo una carretera pública durante un rato. Esta parte es bastante aburrida. No hay mucho que ver, y se corre, o por el arcén, o por un sendero espantoso al borde del asfalto.
Pasado un pequeño embalse, la carretera gira y yo sigo recto. Vuelvo a estar en la naturaleza, lo que se agradece, pero esta es una zona de ligera subida, lo que no se agradece tanto.
Sigue otra zona rocosa, algo incómoda por el terreno irregular, pero agradable, ya en descenso. Por fin, algo más adelante, vuelvo a entrar en una zona boscosa. Estoy bastante acalorado y me viene bien la sombra. Esta parte ya es toda hacia abajo.
La bajada es suave hasta llegar al Barranco de Biniaraix, donde se pone bastante más vertical. Es un sitio precioso este, pero ahora mismo no estoy en condiciones de disfrutarlo demasiado. Un camino empedrado desciende haciendo eses hasta el fondo del valle y el pueblo de Biniaraix, pasando por zonas abancaladas donde se cultivan olivos. Muy muy bonito, pero a mí me acaba por reventar.
El camino es fabuloso. Está muy bien montado, pero las piedras son algo irregulares, y me da miedo torcerme un tobillo. A estas alturas estoy muy cansado, y soy de torcedura fácil. Tengo que bajar con mucho cuidado y haciendo fuerza, y acabo reventado. Además, se me están empezando a hacer ampollas en los pies. Paro varias veces a quitarme chinas de las zapatillas, pero nunca tengo nada dentro. Lo que noto es la ampolla creciendo. Se me hace eterna esta parte y acabo agotado. Ya no queda mucho, y lo que falta es todo en llano. Espero sobrevivir.
En el km 39 me adelantan tres chicas que van en grupo. Es otra forma de apuntarse a la carrera. Tienes que ir agrupado, y acabas la carrera cuando acaba el grupo entero. Van trotando un poco y después de adelantarme se frenan y siguen andando. Parece que una de ellas está algo tocada y no pueden ir deprisa. Noto que por detrás viene más gente.
Seguimos así un rato. Se me ocurre echar un vistazo a ver quién me sigue, y resulta que son los del coche escoba. Ups… Se mantienen a unos veinte metros, pero acelero un poco, por si acaso.
El grupo de chicas se mantiene delante de mí, pero en una ligera bajada aceleran un poco. Los del coche escoba también, y me alcanzan. Al llegar a mi altura me pongo a hablar con ellos, diciéndoles que no serían capaces de echarme cuando faltan un par de kilómetros para acabar, jejeje, no seáis así, jejeje… No parece que me fueran a expulsar de la carrera. Miran el número del dorsal, se lo piensan… Me dicen que si me mantengo al ritmo del grupo de las chicas, no pasará nada. ¡Hecho!
Afortunadamente, no van demasiado deprisa. Como tienen que ir todas al mismo ritmo, llevan el de la que está peor. No es que me alegre de que la pobre chica esté sufriendo, pero… Bueno, un poco sí que me alegro.
Pero poco, eh…
Luego me entero de que estas chicas son también militares. Claro, las conocen los del coche escoba, y les habrán dicho que si van un poco dañadas, que sigan a su ritmo, que ellos no las van a alcanzar, y así pueden acabar la carrera. Pues me viene sensacional, la verdad. Pero no me alegro de que lo estén pasando mal, ejem…
Llego al último avituallamiento, donde me embucho toda el agua que puedo. Ya he vuelto al camino del inicio, y no queda nada para volver al asfalto de nuevo. Las chicas han echado a correr, y yo voy detrás. Una rotonda, y enfilo la última calle antes de entrar en el polideportivo, donde hay que dar una vuelta a la pista de atletismo hasta llegar a la meta.
Genial. Y parece que voy a llegar el último. Eso es un logro que no está al alcance de cualquiera. Llegar el primero es muy fácil. Basta con entrenar y entrenar y entrenar hasta que eres el mejor. Ya está. No tiene mérito. Eso lo hace cualquiera. Pero para llegar el último, hay que entrenar lo justo. Un poco más, y llegas el penúltimo. Un poco menos, y no llegas. No es fácil, no.
De vez en cuando hay gente por la calle que nos aplaude y anima. Y al entrar en el polideportivo, aquello es espectacular. Todo el público aplaudiendo, puesto en pie, animándome durante todo el recorrido que hago traqueteando por la pista hasta llegar a la meta, donde me desplomo. Todo es muy emocionante. Hasta se me escapa una lagrimita...
Ah, no, un momento, que me lío… No, no fue así, eso lo vi en una película de Michael Douglas… A veces me cuesta diferenciar entre realidad y ficción… No, desgraciadamente en el polideportivo no queda casi nadie. Un retén de militares que están deseando marcharse de allí, y poco más. Los cuatro gatos que quedan animan a las chicas, a las que conocen, y creo que alguien me da la enhorabuena cuando cruzo la meta. No hay nada más que eso. Con lo bonito que podría haber sido…
Reseña de la ruta en Adventoorer: Desafío FAS 2022.
.
Completar la Lista de Picos Provinciales es uno de los objetivos más habituales para cualquier montañero. Es bastante asequible en general, pero también lleva su tiempo, y requiere el suficiente esfuerzo como para que no sea un logro sin importancia.
Por desgracia, para el común de los mortales es imposible de completar, hablando de manera muy purista. Hay dos montañas prohibidas a cuyas cimas no se puede llegar: el Aitana y el Puig Major. En ambos casos la razón es la misma: una base militar ocupa la cumbre.
El Puig Major ha sido mutilado de tal forma que no tiene ni cumbre ni vértice ni nada. La cima la volaron los yanquis cuando construyeron la base para hacer una plataforma sobre la que colocar el radar, la enorme bola que corona la montaña. Redujeron su altitud nueve metros. Así que, por lo menos en mi caso, no llegar hasta arriba del todo me da más igual.
Yo soy de esos que están completando la lista (sin prisa, y con muchas pausas), y en algún momento me tenía que plantear subir el Puig Major, hasta donde se pueda. Ese momento ha llegado.
Lo primero que hago es probar suerte pidiendo un permiso para entrar. Tengo muy claro que no me lo van a conceder, pero hay que intentarlo. Leyendo reseñas por ahí, veo que antiguamente sí se daban estos permisos. No sé con qué frecuencia, pero mucha gente ha entrado en la base legalmente. Esos tiempos ya han pasado, obviamente. Tal vez algún día vuelvan, pero a día de hoy no dejan entrar. Por si acaso, escribo un correo a la base, y, como esperaba, me niegan la entrada. Bueno, una posibilidad descartada.
La siguiente opción es el asalto directo. Por lo que he visto en las películas, los militares que aseguran instalaciones nunca están atentos, no se fijan en los monitores de vigilancia, y colarse en cualquier base es lo más sencillo del mundo. Basta con ir de noche, vestir de negro y cortar la valla con unos alicates. Pero de noche veo fatal, así que tengo que descartar este plan también.
Otra posibilidad es ir por detrás, evitando la carretera militar que va hasta arriba, y así alcanzar el perímetro de la base. La opción no es mala, ya que he abandonado la idea del asalto directo. Estoy casi decidido, pero entonces recuerdo que alguien me comentó que hay una forma de subir por la carretera legalmente: apuntarse al Desafío FAS de las Fuerzas Armadas, una maratón organizada por la Comandancia General de Baleares que sale desde Port de Sóller, sube hasta la base militar (esta es la parte más interesante de la historia, atención), y luego vuelve a bajar por algún sitio hasta volver al inicio.
¡Fabuloso! ¡43 km! ¡2200 metros de desnivel!
Ya está, no necesito más. Me he convencido. Me apunto a la carrera. La suerte está echada. ¿Qué puede salir mal?
De momento, no me preocupa no haber corrido en la vida ni para coger el autobús. Eso es un detalle sin importancia. Ya lo solucionaré más adelante. No puede ser muy complicado. Correr es como andar, pero más deprisa. Y andar lo hago mucho.
Compro los billetes de avión, reservo el alojamiento, alquilo el coche. Tema viaje resuelto.
Ahora viene lo más difícil: correr. Nunca me ha gustado ni me ha interesado. Y me molestan muchísimo los que corren por montaña, porque parece que tuvieran más derecho que los que vamos andando, y nos tenemos que apartar a su paso, como si tuvieran preferencia. Además, mis rodillas son muy delicaditas, y no me gustaría que se me rompiera algo por ahí dentro.
Estamos a finales de enero, y tengo cuatro meses para entrenarme lo suficiente como para llegar arriba. No tengo ninguna intención de acabar la carrera, eso lo tengo clarísimo. Mi objetivo es alcanzar la cima. Nada más. Allí me puedo retirar tranquilamente, y creo que hasta me bajarían en ambulancia de vuelta al puerto. Maravilloso.
Sí, claro, me encantaría completar un maratón. No voy a volver a intentarlo jamás, pero conozco mis limitaciones. Así que nada más tengo que correr 18 kilómetros, que es donde se alcanza la “cima”.
En realidad, ni siquiera eso. En el kilómetro 14 hay un punto de control de tiempos. Una vez superado, desde allí hasta la cumbre puedo ir andando tranquilamente, disfrutando de las vistas. Pues ya está. Un plan sin fisuras. Según el croquis de la carrera, el control está a 800 metros de altitud. Por el camino se sube y se baja un poco, así que serán alrededor de mil metros en total. Y tengo que llegar en dos horas y media. ¿Factible? Hoy no, eso seguro. A ver en junio…
Salgo como un jabato a correr por el parque de al lado de casa. Hace un frío que pela y no sé qué estoy haciendo aquí. De momento, el tema del desnivel lo dejaré para cuando haga bueno y se pueda correr por la sierra. Ahora, con la nieve y el frío, estará imposible.
Mi primera salida es un rotundo fracaso. Consigo correr dos kilómetros, con un descanso entre medias, y acabo molido. Bueno, a partir de aquí solo puedo mejorar. Ánimo.
Sorprendentemente, tengo una gran regularidad en mis salidas al parque. Dos tardes a la semana entreno un rato. Más sorprendentemente aún, no me cuesta esfuerzo salir a correr. Pensaba que me tendría que mentalizar mucho para obligarme, pero resulta que no. ¡Hasta me está gustando! Tengo que reconocer que engancha.
Yo no entreno con nadie que sepa de esto y me pueda indicar cómo hacerlo bien; voy a mi bola corriendo lo que me apetece, y mejoro a ojos vista. En febrero corro seis kilómetros sin parar. En abril ya hago diez kilómetros en poco más de una hora. Para mis expectativas es espectacular. Pero claro, siempre sin desnivel.
En mayo, una cosa detrás de la rodilla empieza a hacerme clac. Mmmmm…
Queda un mes para la carrera y por fin empiezo a subir a la sierra a ver cómo se me da eso de hacer desnivel. Salgo cuatro veces en total, y la sensación no acaba de ser del todo buena. Intento comparar los tiempos que voy haciendo con los que supongo que tengo que hacer para superar el control de tiempo, y lo veo muy justo, o directamente pienso que no voy a llegar. Mala cosa.
Durante todo este tiempo me he montado mis películas acerca de lo que voy a tener que correr para llegar a tiempo. Me sé el primer tramo de 14 km de memoria. Hay dos partes bien diferenciadas:
– los primeros ocho kilómetros son bastante suaves. Se sube poco a poco hasta 300 metros en la primera mitad, y luego se desciende hasta los 150 metros o así;
– los últimos seis km son brutales, con 650 metros de desnivel sin descanso. Aquí ya no voy a poder correr. Tendré que ir andando.
Mi plan es recorrer la primera parte en una hora y diez minutos como máximo, para poder hacer la segunda en poco menos de hora y media. O sea, correr a saco al principio, y sufrir lo que no está escrito al final.
Parece que fue ayer cuando me apunté a la carrera, y ya estoy en Mallorca, en el Puerto de Sóller. He alquilado el alojamiento a diez minutos del punto de salida de la carrera, lo que me vendrá bien para para llegar enseguida por la mañana (y para meterme en la cama cuanto antes por la tarde).
Recorro un poco la primera parte de la carrera. Estoy nerviosillo. Llevo un par de noches sin dormir bien, comiéndome la cabeza con los cálculos de tiempos y distancias. No sé si voy a llegar al primer control, que es lo único que me importa. Sería una pena. La verdad es que me he esforzado bastante para intentar esto.
Más ya no puedo hacer. Tampoco creo que sean demasiado estrictos con lo de los tiempos. Imagino que esos controles no se hacen para pillar a la gente, sino para poner un límite y que la carrera no dure todo el día. Nadie que practique habitualmente tendrá problema para superar el control, pero en casos como el mío es distinto. Yo tengo que ir al límite.
Sin poder dejar de pensar en estos temas, me voy a la cama.
Podría haber dormido mejor, pero también peor. Ya no tengo tiempo para preocuparme más. Cojo las cosas, y me acerco al puerto, a la zona de la salida. Por lo menos estoy al lado.
La zona del puerto ya está llena de militares. Aparte de los que están distribuidos a lo largo de la carrera, en los cruces, y por todo el camino y los avituallamientos. No sé si les hace mucha gracia esto de vigilar la carrera, pero es cierto que todos con los que me crucé parecían encantados de ayudar a los corredores y animarlos a seguir.
Es obligatorio llevar agua, teléfono y una manta térmica. Creo que se nota a la legua quién es un corredor avezado y quién no (yo). Hay mucha gente que va con un bidoncito de medio litro y nada más. Totalmente minimalista. Yo llevo la mochila hidratante, litro y medio de agua, montones de barritas, geles, un chubasquerito, bastones…
No me acerco mucho a estos corredores, porque ya veo que en cuanto den la salida van a salir a todo trapo y tal vez me atropellen. Me quedo en una esquinita en la zona de salida, hecho un manojo de nervios. Yo tengo muy clara cuál va a ser mi carrera: la primera parte, hasta el km 8, todo lo rápido que sea posible, a ver si acabo en una hora o así, y los siguientes 6 km, los de fuerte desnivel, como buenamente pueda. Si llego, llego. Y si no, pues nada.
Tengo que llegar.
Aquí se va acumulando un montón de gente. Estamos los civiles, los militares, y lo que se han apuntado en grupos, que tienen que ir juntos. Justo antes de dar la salida, se procede al izado de la bandera, suena el himno, e inmediatamente después se dispara un cañonazo (literalmente un cañonazo, con un cañón) que inicia la carrera.
¡Allá vamos!
Es bastante emocionante esto. Nunca había participado en una carrera, y es una sensación muy extraña la de estar corriendo entre tanta gente. Hay algo de público animando. Imagino que en su mayoría acompañantes de otros corredores. Un domingo a las 7:30 de la mañana no hay muchas razones para estar por aquí de paseo.
Recorremos el puerto, giramos por la carretera, llegamos a una rotonda y salimos del asfalto. Unos pocos cientos de metros, y ya se han ido adelantando los maquinones. De momento voy bien, encajado entre un mogollón de gente. Intento no agotarme demasiado pronto, pero tampoco quiero quedarme atrás enseguida.
De repente, nos quedamos parados. Acabamos de empezar a correr por un sendero muy estrecho, y como es imposible no ir en fila india, hay atascos, mientras vamos ordenándonos y entrando por el embudo. Unos momentos después, el tapón de deshace y podemos volver a correr. Pero enseguida vuelve a pasar lo mismo. Y luego otra vez, y otra…
Toda esta primera parte es un poco desesperante. Me alegro por poder parar un poco, pero estamos perdiendo mucho tiempo aquí, y no me sobra. No me consuela que a los demás les pase igual, porque van a salir escopetados en cuanto el terreno se abra un poco.
Después de varios atascos y paradas, el camino se ensancha y ya no vuelve a haber problemas. Estamos atravesando olivares, creo, distribuidos en terrazas. Me da la impresión de que tiene que ser bonito, pero no me fijo demasiado. Voy más pendiente de no perder demasiadas posiciones. En general, me mantengo muy bien. No sufro demasiado, y sigo entre un grupo amplio de corredores. Pensaba que a estas alturas ya iba a ir en solitario. Muy bien.
Atravesamos una carretera, donde unos militares están deteniendo el poco tráfico que hay. Esto sigue subiendo. Ya no puede faltar mucho para empezar a llanear. De vez en cuando saco el gps para echar un vistacillo y creo que no voy mal de tiempo.
Por fin llegamos arriba. Desde aquí hasta el km 8 es llano o en descenso, y tengo que acelerar un poco. El grupo se va dispersando y me quedo un poco más solo. El recorrido está muy bien señalizado, con cintas de colores, y en todos los cruces hay algún militar indicando la dirección correcta.
Llego a un pequeño valle, y me encuentro con el primer avituallamiento. Llevo una bolsa de un litro y una botellita de medio, que es de donde voy bebiendo, y la que voy a rellenar siempre que pueda. De la bolsa intentaré beber lo menos posible, para tener reservas siempre. Prefiero pecar de exceso a pasarlo mal por la falta de agua. Hoy hace mucho calor y hay mucha humedad, y estoy sudando como nunca.
En este avituallamiento solo dan agua. Más adelante hay otros con fruta (pochísima por el calor, puaj), líquido isotónico, y en teoría, geles y cosas de esas. Yo no vi ni uno de esos supuestos geles. Será que se gastaban antes de que llegara yo, no sé… Igual es otro timo.
Relleno la botellita y vuelvo a avanzar. Queda menos de un kilómetro para completar la primera parte de mi objetivo. Llego a Fornalux, un pueblecito muy chulo, y en cuanto salgo del pueblo, al camino empieza a subir.
He recorrido los ocho kilómetros en menos de una hora y diez minutos. ¡Viva! ¡Puedo hacerlo!
Estoy muy contento, aunque sé que ahora viene la parte más dura. Tengo que subir 650 metros en los próximos seis kilómetros, en cosa de una hora y veinte minutos. Ahora ya no corre nadie (supongo que los primeros sí han subido corriendo por aquí también). Vamos todos andando. Yo llevo los bastones, que me ayudan mucho.
Empiezo con mis cálculos mentales. Hace unas semanas subí el Montón de Trigo, que fueron 800 metros, en poco más de una hora y veinte minutos, y Peñalara, unos 600 metros, en menos de una hora. Pero claro, aquello lo hice saliendo directamente desde el coche. Ahora tengo más rodaje y estoy cansado. En fin, decido olvidarme y tirar sin más.
Esto sigue y sigue, por una pista con muchas curvas que normalmente vamos atajando. No me adelantan demasiadas personas, pero no sé si es porque voy bien o porque no queda casi nadie por detrás. Yo voy al límite, pero aguanto bien. Creo que lo voy a conseguir.
Otro cruce de carretera. Doce kilómetros… Ya no queda mucho. Me sé esta parte del recorrido de memoria. Sé que justo antes del punto de control se alcanza una pista o carretera, que llanea un rato. Luego estará el control, y luego empieza la ultima subida, más vertical aún que esta, pero donde ya no tendré prisa. Si llego…
Después de cruzar la carretera viene una especie de cortafuegos bastante incómodo. Arena resbaladiza. Luego un trozo de bosque, y más arriba distingo la pista hacia la que sube el camino. Llego arriba y miro la hora. ¡Me quedan diez minutos aún! ¡Lo voy a conseguir!
Me relajo un poco, muy feliz. Objetivo conseguido. Estoy cansado pero no me duele nada. Después de tanto sufrimiento, voy a lograr llegar a la cima. ¡Viva!
Estoy tan contento que no me doy cuenta de que todavía no he llegado al control. Al cabo de un rato, miro el gps. Más de 14 kilómetros. ¿Dónde está? ¡Soy tonto! ¿Y si está en el km 14,9, o un poco más allá del 15? Las distancias no son exactas, pueden haberlo puesto en cualquier parte por esta zona, o mi gps puede haber medido mal lo que llevo recorrido.
Entro en pánico y echo a correr. A ver si después de todo no voy a llegar… Avanzo por la pista a todo trapo, esperando ver el control tras cada curva. Pero no aparece por ningún lado. ¿¿¿Dónde está??? Llego a las dos horas y media, la hora límite, y al km 15 y no lo he visto. El camino ya se está metiendo en el valle, y empieza a subir significativamente.
Eso quiere decir que ya estoy en la parte de la subida dura, y el control debía haber aparecido antes. Le pregunto a una chica que va a mi altura, y me dice que ella tampoco lo ha visto, que seguramente no lo habían puesto.
¡¡¡¿¿¿Qué???!!! ¿¿¿No han puesto el maldito punto de control??? ¡¡¡Llevo meses pensando en superar el punto de control y resulta que no hay ninguno!!! ¡Qué estafa! ¡Qué timo! ¡¡¡Brgjfflgthdjxxfññladmuerteydestrucciónflkjadfffeds!!!
No me lo puedo creer… Menuda tomadura de pelo. En fin, qué más da. El caso es que he llegado a tiempo, con control o sin control. Eso es importante para mí.
Y ahora, a relajarme un poco. Toca subida dura, pero sin presión. El típico sendero con muchas zetas que no para de subir y subir. No voy deprisa pero tampoco despacio. En realidad, sigo yendo al mismo ritmo que llevan los demás. Tampoco hay mucho sitio para adelantar, así que vamos en pelotón todos a la vez.
Llego arriba, y a lo lejos aparece por fin la gran bola de la base militar. Ya estoy en la carretera. Esto está hecho.
A partir de aquí, se hace eterno. Tanto la subida como la bajada por la carretera es monótona y aburrida. Eso sí, las vistas son un lujo. Aunque hay nubes bajas, se ve el mar, que está aquí al lado. Es raro eso de estar en una montaña y ver el agua. Por el otro lado sigue la Sierra de Tramontana. Allí enfrente aparece el Puig de Massanella, aunque en este momento no soy capaz de reconocerlo.
Ya con más calma, sigo subiendo tranquilamente. El sol está pegando fuerte y me arrimo a la sombra de la montaña en cuanto puedo. Es espantoso lo que le han hecho al Puig Major. Está totalmente devastado. Para construir la base y la carretera han destrozado toda la parte alta. De verdadera pena ver esto.
Al final acabo llegando al siguiente avituallamiento, que está lo más arriba que voy a poder llegar. Aún estoy bastante por debajo de la bola, pero doy la montaña por subida. ¡Viva! Anda que no me ha costado trabajo esto.
Y ahora, ¿qué? ¿Me quedo aquí o sigo, a ver hasta dónde llego? Estoy cansado pero bastante entero, y me decido a continuar. Por supuesto, cumpliendo la ley del mínimo esfuerzo. Calculo más o menos a qué ritmo tengo que avanzar para alcanzar el siguiente supuesto punto de control, en el kilómetro 30, y emprendo el descenso andando a buen ritmo, pero sin correr. A estas alturas, estoy convencido de que el siguiente control también es un timo, pero así me impongo un ritmo no demasiado lento.
La bajada por la carretera se hace muy larga. El sol ya pega de lo lindo, y voy despacito. Ahora ya echo algunas fotos, y como veo que me retraso demasiado, de vez en cuando troto un poco para recuperar tiempo.
Al empezar el descenso, todavía me cruzo con bastante gente que sube. Pero ya casi no me adelanta nadie, a pesar de que voy muy tranquilo. Supongo que no soy el único que se ha apuntado a la carrera solo para tachar la cima, y que en la cumbre ha habido muchos abandonos.
La última pareja con la que me cruzo son los que hacen de coche escoba. Bueno, no hay punto de control, pero de alguna manera sí van eliminando a los que se quedan muy atrás. De momento les saco bastante ventaja, pero estaré al loro por si las moscas. Tampoco sé lo estrictos que serán con los que vayan cazando...
Después de un larguísimo paseo, por fin llego a la garita de abajo, la que está al inicio de la carretera militar. Aquí me dirigen a la derecha, siguiendo una carretera pública durante un rato. Esta parte es bastante aburrida. No hay mucho que ver, y se corre, o por el arcén, o por un sendero espantoso al borde del asfalto.
Pasado un pequeño embalse, la carretera gira y yo sigo recto. Vuelvo a estar en la naturaleza, lo que se agradece, pero esta es una zona de ligera subida, lo que no se agradece tanto.
Sigue otra zona rocosa, algo incómoda por el terreno irregular, pero agradable, ya en descenso. Por fin, algo más adelante, vuelvo a entrar en una zona boscosa. Estoy bastante acalorado y me viene bien la sombra. Esta parte ya es toda hacia abajo.
La bajada es suave hasta llegar al Barranco de Biniaraix, donde se pone bastante más vertical. Es un sitio precioso este, pero ahora mismo no estoy en condiciones de disfrutarlo demasiado. Un camino empedrado desciende haciendo eses hasta el fondo del valle y el pueblo de Biniaraix, pasando por zonas abancaladas donde se cultivan olivos. Muy muy bonito, pero a mí me acaba por reventar.
El camino es fabuloso. Está muy bien montado, pero las piedras son algo irregulares, y me da miedo torcerme un tobillo. A estas alturas estoy muy cansado, y soy de torcedura fácil. Tengo que bajar con mucho cuidado y haciendo fuerza, y acabo reventado. Además, se me están empezando a hacer ampollas en los pies. Paro varias veces a quitarme chinas de las zapatillas, pero nunca tengo nada dentro. Lo que noto es la ampolla creciendo. Se me hace eterna esta parte y acabo agotado. Ya no queda mucho, y lo que falta es todo en llano. Espero sobrevivir.
En el km 39 me adelantan tres chicas que van en grupo. Es otra forma de apuntarse a la carrera. Tienes que ir agrupado, y acabas la carrera cuando acaba el grupo entero. Van trotando un poco y después de adelantarme se frenan y siguen andando. Parece que una de ellas está algo tocada y no pueden ir deprisa. Noto que por detrás viene más gente.
Seguimos así un rato. Se me ocurre echar un vistazo a ver quién me sigue, y resulta que son los del coche escoba. Ups… Se mantienen a unos veinte metros, pero acelero un poco, por si acaso.
El grupo de chicas se mantiene delante de mí, pero en una ligera bajada aceleran un poco. Los del coche escoba también, y me alcanzan. Al llegar a mi altura me pongo a hablar con ellos, diciéndoles que no serían capaces de echarme cuando faltan un par de kilómetros para acabar, jejeje, no seáis así, jejeje… No parece que me fueran a expulsar de la carrera. Miran el número del dorsal, se lo piensan… Me dicen que si me mantengo al ritmo del grupo de las chicas, no pasará nada. ¡Hecho!
Afortunadamente, no van demasiado deprisa. Como tienen que ir todas al mismo ritmo, llevan el de la que está peor. No es que me alegre de que la pobre chica esté sufriendo, pero… Bueno, un poco sí que me alegro.
Pero poco, eh…
Luego me entero de que estas chicas son también militares. Claro, las conocen los del coche escoba, y les habrán dicho que si van un poco dañadas, que sigan a su ritmo, que ellos no las van a alcanzar, y así pueden acabar la carrera. Pues me viene sensacional, la verdad. Pero no me alegro de que lo estén pasando mal, ejem…
Llego al último avituallamiento, donde me embucho toda el agua que puedo. Ya he vuelto al camino del inicio, y no queda nada para volver al asfalto de nuevo. Las chicas han echado a correr, y yo voy detrás. Una rotonda, y enfilo la última calle antes de entrar en el polideportivo, donde hay que dar una vuelta a la pista de atletismo hasta llegar a la meta.
Genial. Y parece que voy a llegar el último. Eso es un logro que no está al alcance de cualquiera. Llegar el primero es muy fácil. Basta con entrenar y entrenar y entrenar hasta que eres el mejor. Ya está. No tiene mérito. Eso lo hace cualquiera. Pero para llegar el último, hay que entrenar lo justo. Un poco más, y llegas el penúltimo. Un poco menos, y no llegas. No es fácil, no.
De vez en cuando hay gente por la calle que nos aplaude y anima. Y al entrar en el polideportivo, aquello es espectacular. Todo el público aplaudiendo, puesto en pie, animándome durante todo el recorrido que hago traqueteando por la pista hasta llegar a la meta, donde me desplomo. Todo es muy emocionante. Hasta se me escapa una lagrimita...
Ah, no, un momento, que me lío… No, no fue así, eso lo vi en una película de Michael Douglas… A veces me cuesta diferenciar entre realidad y ficción… No, desgraciadamente en el polideportivo no queda casi nadie. Un retén de militares que están deseando marcharse de allí, y poco más. Los cuatro gatos que quedan animan a las chicas, a las que conocen, y creo que alguien me da la enhorabuena cuando cruzo la meta. No hay nada más que eso. Con lo bonito que podría haber sido…
Puntos de interés
Binibassí
Binibassí
Carretera militar
Carretera militar
Cima y avituallamiento
Cima y avituallamiento
Empieza un tramo de tierra incómodo
Empieza un tramo de tierra incómodo
Fornalux
Fornalux
Fuera de la carretera
Fuera de la carretera
Meta
Meta
Pista
Pista
Port de Soller
Port de Soller
Salida
Salida
Tramo de carretera
Tramo de carretera
Comentarios (8)
Si quieres, puedes dejar un comentario o valorar esta ruta
👏👏👏👏👏👏👏
la ruta esta guay pero tu relato es acojonante , me encanta. un saludo.
me ha encantado la historia .
Gracias, Antonio. Si vas a hacer la carrera, ánimo. Que la disfrutes.
He realizado esta ruta Ver más
Información
Fácil de seguir
Entorno
Muy difícil
Qué bueno. Me ha encantado la historia.
Me alegro, todo falso.
Jajaja! Lo que me he podido reír con tu relato... Muchas gracias!!!
Por cierto, lo haré! No en ese desafío, pero lo haré😉
Genial, berniabé. Es un dolor, pero en el fondo se disfruta.